Y no sé cómo explicarme este amor-odio por la escritura.
Si me veo obligada a escribir, no me apetece y todo lo que se me ocurre me parece absurdo. En cambio, cuando un miércoles por la tarde, cuando la persona a la que más tiempo, sentimientos y emociones le dedico está muy lejos de mí, después de venir de despedir a alguien para siempre y de abrazar a alguien a quien espero seguir viendo mientras viva, siento ganas de escribir.
No sé.
Lo que sí sé es que, aunque pensemos que tenemos por delante todo el tiempo del mundo, la verdad es que no sabemos cuánto tiempo nos queda. Por eso tenemos la obligación de emplearlo bien, de disfrutarlo, de dedicarlo a aquello y a aquellos que nos aportan cosas positivas, que nos hacen felices, que nos hacen sentirnos vivos, y que hacen que todo lo que nos pasa, lo bueno y lo malo, merezca la pena.
Así que, hacedme un favor.
Sed felices.